«No soporto verlos de espaldas a la verdad, sordos
y ciegos a cualquier cosa mínimamente real»
Libba Bray, La Orden de la Academia Spence
El teletrabajo goza a nivel municipal de una instrucción que regula el mismo desde hace más de un año. Pese a parecer tiempo más que suficiente, la realidad supera a la razón puesto que no ha sido implantado en el Ayuntamiento. La corporación ha aceptado 15 solicitudes de 267. El resto o bien han sido denegadas, o aún no han sido respondidas. Tampoco se nos ha respondido a los sindicatos a la solicitud de información referida a la causalidad de esa denegación compulsiva de solicitudes de teletrabajo.
En momentos como estos lo obvio es que el teletrabajo es una herramienta más para reducir la transmisión del virus, puesto que son menos personas las que se acumulan en los centros de trabajo, las que hacen uso de los WC colectivos, o las que comparten el mismo ascensor y sala de descanso. Por no hablar de que el teletrabajo también hace que sean menos los usuarios del transporte público en las horas punta, que vienen a coincidir con la entrada del personal municipal a su puesto de trabajo. Sin embargo, lo obvio no parece serlo tanto para el concejal de personal Alfonso Mendoza y, por extensión, para el alcalde de Zaragoza Jorge Azcón. Ambos ejercen el negacionismo a lo obvio, el negacionismo equiparable al que profesan algunas personas hacia las vacunas: negar lo que funciona, o renegar de lo que existe.
A nivel europeo, los países nórdicos y Reino Unido han recomendado reducir la presencialidad en lo posible para frenar el virus desde noviembre, coincidiendo con el repunte de casos que asola Europa. En otros países como Bélgica, Portugal o Francia el teletrabajo en los sectores donde se hace posible ha pasado a ser obligatorio, reduciéndose la presencialidad como mínimo al 50% de los días de trabajo.
En el sector privado las empresas de telecomunicación (Vodafone, Movistar u Orange) rozan el 100% de sus trabajadores teletrabajando; Google ofrece a sus trabajadores la presencialidad como algo voluntario y excepcional, siendo lo habitual el teletrabajo; los bancos de este país como Santander o BBVA han fomentado el teletrabajo en todas aquellas áreas que no requieran dar un servicio presencial al cliente y Caixabank ha concedido el teletrabajo al 50% de su plantilla de oficina que no atiende al público. Del mismo modo, empresas energéticas como Endesa, Repsol o CEPSA dan prioridad al teletrabajo también.
En las administraciones públicas la Agencia Tributaria ha implantado el teletrabajo en todas sus áreas, excepto para el servicio de atención al público. La Generalitat de Cataluña lo recomienda y lo promueve, tal y como hace el Gobierno de La Rioja, y en Aragón el Departamento de Sanidad del Gobierno ha recomendado, entre otras cosas, el teletrabajo como herramienta para frenar el virus.
No solo los Gobiernos Autonómicos están impulsando este tipo de medidas, sino que en distintas ciudades como Murcia, Toledo o Ibiza sus ayuntamientos han considerado necesario implantar el teletrabajo tanto como sea posible para frenar el virus y han tomado medidas excepcionales, ya entrado el 2022, en acuerdo con los sindicatos para llevarlo a cabo. Lo hacen en la medida de lo posible, no solo para frenar el virus entre sus empleados, fomentando así el bienestar de los mismos, sino porque ello implicará que menos empleados caigan enfermos y que el trabajo que deben llevar a cabo no se retrase ni se colapse. Es una medida positiva para la plantilla y para la corporación y, por ende, para los ciudadanos.
En Zaragoza, dada la evidencia de los datos a los que he hecho mención, tan solo se han tomado medidas en lo referido a limitar la asistencia de concejales al pleno municipal. Esto es, limitan el número de concejales, vía reglamento, para frenar el número de asistentes y, por tanto, frenar el posible contagio entre ediles.
Virólogos de prestigio, como el alemán Christian Drosten o el español José Antonio López Guerrero, apuntan al teletrabajo como un arma eficaz para reducir los contagios. Los «telenegacionistas» municipales Alfonso Mendoza y Jorge Azcón deberían leer las recomendaciones de estos virólogos y ponerse a trabajar en generar las condiciones óptimas para que las solicitudes denegadas pasen ahora a ser aprobadas. ¿O acaso la plantilla municipal tiene menos riesgo de infectarse que los ediles de la corporación?